Por un segundo mi cerebro se apagó por completo. No estaba asustada. No estaba sobrecogida. No estaba nada de nada. Sólo tenía un pensamiento, y era la única cosa que mi cabeza podía contener. Los grifos existen.
Artículos relacionados
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros, para mejorar su experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Más información