PAZ WELLS, SIXTO
La muerte no es el final de la vida, es solo el final de un ciclo que continua en otros planos para un renacimiento futuro, siempre en mejores condiciones que las anteriores, dependiendo claro de nuestro desenvolvimiento previo. Desde que nacemos empezamos a morir; la cuenta regresiva se inicia y no termina hasta concluir con el tiempo que se nos asignó o que supimos escoger en base a nuestros méritos. Al ser una iniciación, el reconocimiento de una expansión de conciencia adquirida y merecida, la muerte debe encontrarnos realizados o en proceso de realización, de tal manera que debemos procurar vivir la vida con intensidad, pero a la vez con un sentido profundo. Nuestra vida es importante en la medida en que es útil, pero no solo para nosotros sino para los demás y para nuestro entorno. Solo cuando una vida ha sido plenamente vivida y ha servido, la muerte es un descanso merecido, un premio adquirido; las vacaciones que habrán de ser gozadas para volver con nuevas energías y proyectos. Procuremos que cuando lleguemos a ese momento en el que estemos en el umbral de la muerte podamos sentir en lo más profundo de nuestro ser que nuestra vida valió la pena. Por ello no temamos morir, sino que nuestro temor sea no haber vivido con sentido y trascendencia.