CHUMACERO, ALI
Xavier Villaurrutia, siempre fino, siempre preciso, anotaba en su prólogo a la poesía de Efrén Rebolledo sobre la necesidad de seleccionar a ciertos poetas mexicanos que, de esa forma, ganarían en la consideración del lector, y citaba a Díaz Mirón, Othón, Nervo, Tablada. Asimismo, añadía que por "la brevedad y concentración de su obra, Ramón López Velarde es un poeta que resiste la lectura de sus poesías completas o casi completas". Este sería el caso de Chumacero, que, salvo pocos poemas de Páramo de sueños (quizá los más villaurrutianos) y menos de Imágenes desterradas, se trata de una obra que podríamos compararla a un diamante: casi no es posible quebrarla, y si se hace, parece quebrarse toda ella. Su avara obra, reunida en pocos libros, es un solo poema, y da, como pocas obras de nuestros poetas, visión de unidad: imagen de arcoiris en un fondo de oscuridad. Alí Chumacero no es de los poetas que escriben un poema tras otro, porque su poesía no es acelerada, sino reposada y serena, sus ideas están pulidas con la paciencia del buen artesano de la palabra, alargando sus conceptos, ideas y emociones, puliendo sus poemas a sabiendas de que brillarán por una eternidad, su poesía goza de una limpieza expresiva. Es un poeta que rehuye a los convencionalismos del amor, haciéndolo luminoso, conmovedor, tierno y puro. Su poesía "hecha con la más puras e internacionales esencias líricas" ?como escribió en su momento Antonio Castro Leal?, nace del testimonio de un mundo en donde lo elegiaco se convierte en imágenes que perduran sobre el canto, él contempla al mundo y lo recrea en su más remota entraña, rescatando la vida en sus formas más bellas.