PRADO GALÁN, GILBERTO
El palindromista juega, y jugar es peligroso. Siempre. El palindromista descoloca, como lo hace el jugador. Profesional, improvisado, tímido; al que la vida le va en ello. Jugar es sospechoso, porque subvierte, invierte, trasciende; porque convoca a la risa más irreverente. Y porque el que juega se sabe dueño de un mundo propio, con las reglas trastocadas y un horizonte simbólico que sólo comparten los iniciados, o los convidados. O los curiosos, o los amantes de lo ajeno, de ese peculiar talento ajeno. Así me siento yo frente a los palindromistas: seducida, sorprendida, y a veces con la sospecha a flor de piel. Poco confiables, creo, deben ser esos seres que de golpe, te leen de ida y vuelta, y ya van de regreso cuando apenas comienzas a andar. Pero por eso también me fascinan: no hay mejor manera de vivir el misterio profundo de la palabra, que permitirte la inmersión, de a poco, en la articulación de esas letras en perpetuo movimiento. Eso y más es esta antología palindrómica: un juego, amoroso y peligroso, del que no se escapa quien lo tienta.