ORNELAS, CARLOS
La educación nacional está en crisis. Los estudiantes no aprenden lo que se supone deben saber para desempeñarse en sociedad; la ética de los maestros no corresponde a su magisterio; el gobierno de la educación básica está colonizado por fieles del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y hay una percepción generalizada de que en el sector educativo reina una corrupción aguda. Hay un consenso general de que para resolver esa catástrofe se requiere de un cambio profundo en los fines, las estructuras y la administración de la educación básica. En lugar de ello, el gobierno del presidente Calderón y el SNTE, ofrecieron la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE), con propuestas que parecen más un placebo que un remedio eficaz.
El texto persigue dos propósitos. El primero es empírico; hace un escrutinio exhaustivo de un asunto contemporáneo y en marcha, como lo es la ACE. El segundo es teórico; va más allá de la coyuntura y contribuye al debate sobre los factores que inciden en el fracaso de las reformas educativas. Además, proporciona las premisas conceptuales y prácticas de una Edutopía para México.
El autor arguye que en el diseño y puesta en marcha de la ACE, el SNTE, heredero de las añagazas del viejo corporativismo, modernizó sus mecanismos de control y fue más hábil para manejar la negociación (con el poder que otorgan los votos del Panal) y la extorsión al gobierno y a la sociedad. Además, el gobierno de Felipe Calderón se dejó timar: sembró incentivos para firmar convenios en condiciones desventajosas. Acaso se fascinó con el poder simbólico que representa el magisterio nacional y buscó cambiar las reglas no escritas de corte priista en su favor. Le otorgó el monopolio de la representación de todos los maestros, pertenezcan o no al SNTE, a la señora Gordillo con la ilusión de acabar con la venta y herencia de plazas.
Felipe Calderón abandonó su origen; echó a un lado la ideología, el carácter y el cuerpo doctrinario del Partido Acción Nacional en aras de alianzas electorales con el fin de mantener el poder para su partido, pero su alianza con la señora Gordillo no le redituó ganancia alguna al presidente, en cambio satisfizo las ansias colonizadoras del grupo hegemónico del sindicato y le entregó el gobierno de la educación básica.
Gobernadores, senadores, diputados y un rango amplio de políticos le temen a la señora Gordillo, no desean ser blanco de sus inquinas. Altos funcionarios tiemblan en su presencia, otros la adulan, nadie la contradice en persona, el miedo al castigo los domina. Tiene a periodistas y comunicadores de varios calibres que beben de su mano y una red extraordinaria de protección de camarillas subordinadas, a quienes les permite trapacerías a cambio de lealtad. Muchos de sus vicarios le guardan fervor por temor a ser excluidos.